El carcinoma de células escamosas de conjuntiva es un tumor raro, de crecimiento lento, con malignidad de bajo grado, que puede aparecer de novo o a partir de una neoplasia intraepitelial conjuntival o corneal previa. Se presenta con una frecuencia en pacientes con xeroderma pigmentario y SIDA. La incidencia varía entre 0.13 y 1.9 casos por 100,000 habitantes y es más frecuente en países tropicales por radiaciones
ultravioleta B de 290–320 nm donde son, además, frecuentes las formas macroinvasivas, así como las metástasis, determinado esto último por el retraso en el diagnóstico o tratamiento. Clínicamente el carcinoma de células escamosas es indoloro, se presenta entre la sexta y la séptima década de la vida y aparece como una lesión exofítica, sésil o pedunculada, en el área de exposición interpalpebral, de aspecto variable, frecuentemente cerca del limbo, a través de lesiones preexistentes como carcinoma in situ, queratosis solar o displasia epitelial. A diferencia de las lesiones agrupadas bajo el nombre genérico de Neoplasia Intraepitelial Conjuntival o Displasias Conjuntivales, el carcinoma escamoso muestra, por definición, ruptura de la membrana basal e infiltración del corion, lo que determina un cambio en la actitud terapéutica. Siendo la displasia epitelial la forma más rara, puede clasificarse como focal, circunscrita o difusa y mal delimitada, y puede aparecer en el epitelio que cubre las zonas de elastosis solar. La displasia se clasifica según el grado de afectación epitelial como leve, o neoplasia intraepitelial conjuntival (NIC) de grado I, confinada al tercio inferior del espesor del epitelio conjuntival; la displasia moderada NIC II se extiende al tercio medio, y la displasia intensa (NIC III) al tercio superior. El diagnóstico se realiza por medio de biopsia con excisión amplia y, en caso de sospecha de invasión ocular, se puede evaluar por medio de una ecografía y orbitaria podemos con estudios de imagen, preferiblemente una resonancia magnética contrastada. El diagnóstico diferencial se realiza con quemaduras químicas, dermoide, melanoma limbal y pterigión. La invasión intraocular sigue un patrón típico, progresando las células tumorales a través de los canales esclerales del limbo y de las arterias ciliares hasta la malla trabecular y, de ahí, a la raíz del iris, cuerpo ciliar y espacio subretiniano. Puede existir invasión del humor acuoso por células tumorales, lo que puede ser diagnosticado mediante punción de cámara anterior y estudio citológico con tinción de Papanicolaou. La retina, el vítreo y el cristalino no suelen afectarse. La invasión orbitaria es por extensión y las metástasis a distancia se producen con mayor frecuencia a nivel de ganglios preauriculares, submandibulares, cervicales anteriores y glándula parótida. Se han descrito casos de metástasis óseas y pulmonares . Existen dos variantes del carcinoma epidermoide: el carcinoma escamoso fusiforme y el mucoepidermoide. El carcinoma escamoso fusiforme es raro y mucho más agresivo, presentándose como lesiones planas con gran agresividad y tendencia a la penetración intraocular, simulando en ocasiones úlceras periféricas corneales o pterigión. Histológicamente, las células son fusiformes, pleomórficas, con un núcleo hipercromático, a veces difíciles de diferenciar de fibroblastos, pudiendo ser erróneamente diagnosticadas como histiocitomas fibrosos o fibrosarcomas. Los estudios inmunohistoquimicos positivos para citoqueratinas confirman la naturaleza epitelial de este tumor. El carcinoma escamoso mucoepitelial es raro y suele aparecer en paciente de la tercera edad. Son más agresivos que los carcinomas escamosos fusiformes, y tienden a invadir el globo ocular y la órbita. Suelen aparecer en fondo de saco conjuntival, presentando un componente globular amarillento debido a las células mucosecretoras. Sus características histológicas son las de una neoplasia epitelial, que contiene una proporción variable de células secretoras de moco y, en ocasiones, áreas de diferenciación hacia adenocarcinoma. Las lesiones conjuntivales pueden ser tratadas mediante resección histológica controlada de la lesión con o sin esclerectomía, utilizando además crioterapia como manejo adjunto. En algunos casos puede ser necesaria la esclerotomía o la queratectomía lamelar superficial. La tasa de recurrencia posterior a la excisión es de 30%, a veces es menor de 5% si se obtiene un margen histológico libre. En algunos casos es necesario realizar excisión local combinada con braquiterapia. La enucleación es para casos de invasión intraocular. Mientras que en el caso de invasión orbitaria es necesario realizar excenteración, en lesiones extensas se debe considerar la radioterapia radical. La quimioterapia tópica con mitomicina-C o 5-fluorouracilo puede estar indicada para las recaídas o el tratamiento primario de casos precoces seleccionados y post biopsia excisional. En caso de que el paciente no tolere una cirugía extensa se dará tratamiento paliativo. El seguimiento posterior al tratamiento debe ser cercano para observar cualquier signo de recurrencia, en cuyo caso debe tratarse agresivamente. En forma ocasional puede presentarse un granuloma piógeno posterior a la excisión en áreas donde la esclera no tiene recubrimiento, que responde rápidamente al tratamiento con esteroide tópico y debe diferenciarse de un tumor recurrente. La complicación principal es la recurrencia, típicamente en el primer año posterior a la excisión, pero se puede presentar tiempo después. La invasión intraocular se ha reportado de 2 a 8% de los casos y la invasión a órbita de 12 a 16%. El pronóstico es razonablemente bueno en caso de excisión completa de la lesión aunque se han reportado tasas de mortalidad de hasta 4 a 8%.
Resultado final de paciente después de biopsia excisional, más alcohol absoluto, crioterapia y colocación de membrana anmiótica. Un mes después se inicia tratamiento tópico de quimioterapia 5FU durante una semana con período de descanso de tres por 4 meses seguidas. Intensa lubricación de lagrimas artificiales preferiblemente libre de preservantes.